domingo, 9 de septiembre de 2012

Diecinueve

Con viento del este hiciste una cama, soplaste sobre ella para templarla y con el murmullo de tu voz de agua
me cantabas nanas sin letra.
Y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses, y medíamos el tiempo en latidos.
Y en tus dedos yo tocaba mis canciones, dedos de teclas de celesta.
Y tu pulso tamborileaba en mis sienes y muñecas como diminutas patas de ciempiés, y nos repartíamos los labios y los dientes y el hipo y del alfabeto las impares.
Y en tus dedos yo tocaba mis canciones, dedos de teclas de celesta.